lunes, 4 de abril de 2016

COMENTARIO DE UN POEMA DE QUEVEDO.


Represéntase la brevedad de lo que se vive
y cuán nada parece lo que se vivió.

¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
5  ¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
10 hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco de Quevedo.

Organización de las ideas:
            Texto lírico, en concreto un soneto de tema metafísico de Quevedo, que formalmente se divide en dos cuartetos y dos tercetos. En su estructura interna se perciben dos partes: una primera que incluye los dos cuartetos que manifiesta la perplejidad del ser humano ante el rápido paso del tiempo y la llegada de la vejez y la enfermedad (introducción con referencias más concretas), y una segunda en la que se hace una reflexión metafísica de la fugacidad del paso del tiempo de forma más abstracta. Las ideas que destacan en ambas partes son las siguientes:
Primera parte. Introducción al tema (versos 1-8): Reflexión sobre la fugacidad de la vida:
·        Rapidez del paso del tiempo.
·   Desaparición de la juventud y entrada de la vejez, de las enfermedades  y de los recuerdos.
Segunda parte. Desarrollo del motivo poético (versos 9-14): Análisis del paso del tiempo:
·        Angustia vital ante el inexorable paso del tiempo.
·        Identificación de la existencia humana con el paso del tiempo.

Resumen:
La voz poética se cuestiona la rapidez con que pasa el tiempo y la brevedad de la vida y eso lo lleva a creer que lo único que le queda es el pasado y un presente que desaparece tal como se vive y que lo acerca cada instante a la muerte.

Tema: Conciencia de la fugacidad y brevedad de la vida.

Comentario crítico del contenido.
            Soneto perteneciente al poeta barroco Francisco de Quevedo representante de la tendencia estética conocida como conceptismo. Este poema lírico es un ejemplo del uso de la subjetividad del artista que usa la primera persona para expresar de forma más dramática y connotativa el dolor y el estupor que le producen la rapidez con que su juventud se torna en vejez, así como la toma de conciencia de la muerte y de la enfermedad. Como su léxico y estructuras sintácticas no son muy complicados, podría ir dirigido a un público heterogéneo. Su intención es moralizante y su tono, filosófico. Las funciones del lenguaje que predominan son la expresiva, la referencial, la apelativa y la estética.
Aunque el tema de la brevedad y la fugacidad de la vida fue tratado por otros poetas anteriores a Quevedo desde la Antigüedad Clásica, llama la atención el patetismo  y sinceridad con que expresa el dolor que le produce sentir cómo se le han escapado los años sin darse cuenta. Si Jorge Manrique en su copla II ya advertía que “si juzgamos sabiamente,/ daremos lo non venido/ por pasado” expresando con desnudez la sensación trágica de la vida que pasa y que siempre va a cumplir, sin excepciones, su ley, no es, sin embargo, su visión tan devastadora. Decía Manrique que no era aconsejable aferrarse a lo material porque eso es perecedero, mortal, mejor dedicarse a la vida espiritual que es eterna, y en esa intención moral ya había un consuelo. Pero en el soneto de Quevedo no hay un resquicio de alivio, todo es negro pesimismo: un ser que se define como presentes sucesiones de difuntos y que a su vez camina hacia la verdad última: la muerte. En esta dialéctica entre la vida (el ser) y la muerte (el no ser o la nada), gana siempre esta última. El ser es vida y muerte al mismo tiempo, afirma Quevedo, pero también movimiento continuo. Como Heráclito, él también cree que lo único permanente es el movimiento, por eso en el instante en el que se pretende fijar el presente en un punto, se da cuenta de que vivir es despeñarse hacia la muerte. Este angustiado conceptismo supone un precedente del pensamiento existencial moderno. El hombre es consciente de su angustia existencial y lo único que puede hacer es vivir cada día sin ayuda.
            No puede olvidarse que tras el efímero optimismo del Renacimiento, con la crisis del último tercio del siglo XVI se implanta poco después el Barroco que conduce a una visión extremadamente negativa de los valores humanos: el hombre ahora es un ser despreciable, el mundo un lugar de engaños y apariencias, la vida un juego, y la muerte, una continua obsesión. Lo hiperbólico también forma parte del desmesurado pensamiento barroco: lo bello y lo caduco y horrible se describen con la misma fuerza. Por eso Quevedo expresa que no hay calamidad que no lo ronde, siendo incapaz de fijarse ni en el más leve aspecto positivo de su vida. La juventud se le ha escapado y, con ella, la certidumbre de que el futuro es algo con cierta consistencia, por eso ya no distingue entre presente, pasado o futuro; su experiencia le ha demostrado que el futuro es una falacia porque acaba convirtiéndose en un decepcionante presente que lo lleva al cansancio existencial. Pero lo más triste del pensamiento quevediano es que esa visión del tiempo le impide vivir el presente, siendo éste despojado de su calidad vital, convirtiéndose únicamente en angustia sin sentido. Y acrecienta aún más la visión negativa de la vida con el empleo del tópico pañales y mortaja para expresar lo cercanas que se encuentran la una de la otra. Por último, llama la atención que la pregunta del comienzo vaya dirigida a la vida en general y no aparezca ningún referente religioso que pudiera servir de consuelo existencial. Él está solo y su necesidad de respuestas sólo encuentra el vacío.
            En definitiva, este soneto es una magnífica muestra del conceptismo, pues las ideas se suceden y comprimen sin respiro para el lector. El ingenio, la capacidad verbal y la cosmología barroca están presentes en este poema.
           
COMENTARIO CRÍTICO DE ESTE MISMO POEMA REALIZADO POR LA ALUMNA DE 1º DE BACHILLERATO A, MARÍA RODRÍGUEZ CODEJÓN.

          Soneto incluido en el Parnaso español del autor barroco Francisco de Quevedo (1580). Es un poema de género lírico que sigue la tendencia del conceptismo caracterizada por la condensación de las ideas y los juegos de palabras. Esta corriente fue inaugurada por este autor y por Baltasar Gracián. Se utiliza un registro formal a través del cual el autor expresa en primera persona su inquietud por la brevedad de la vida y la muerte ya cercana. Las funciones del lenguaje que predominan son la expresiva, la referencial y la apelativa. Asimismo, se emplean numerosos recursos retóricos como polisemias, equívocos, ironías, antítesis, paradojas, en definitiva, recursos para expresar sus sentimientos más profundos.
     Pues bien, en este poema lo primero que nos llama la atención es la actitud pesimista y negativa del autor. Esto es debido a que el siglo XVII es una época de inquietud, inestabilidad y crisis del hombre así como de la sociedad española. Quevedo está obsesionado y teme a la muerte, es por ello que el tema principal del poema sea el tempus fugit, característico del Barroco. La vida es breve, pasajera, un tránsito inexorable hacia la muerte. Sería inútil no resignarse a morir, pues es algo inevitable. “En el hoy y mañana no ha llegado, junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto”. El autor recurre a esta metáfora para delimitar la vida como una breve estancia en la que diferenciar la infancia de la vejez se hace imposible. Otros autores, como Calderón de la Barca o Baltasar Gracián, identifican  la vida del hombre con la de las flores debido a su brevedad, o comparan el ciclo de la vida humana con las estaciones del año, desde la primavera, plena de juventud,  al invierno de la vejez donde reinan los achaques y la miseria. Quevedo plantea los problemas que más han inquietado al hombre: la tragedia de la vida y la muerte, así como la fugacidad del tiempo. Actualmente, considero que el tempus fugit es un tema que nos preocupa a todos. El ser humano siempre ha temido y sigue temiendo a lo desconocido, no saber lo que va a pasar desajusta nuestra programada y rutinaria vida, rechazamos lo desconocido por miedo. Podríamos compararlo con el racismo, el hombre teme ser superado y verse desbordado ante determinadas situaciones en las que prima el desconocimiento.

     La vida, según Quevedo, es “presentes sucesiones de difunto” y “vivir es caminar breve jornada”. El autor acepta, sumido en un profundo pesimismo, que la vida carece de ilusión ya que la muerte nos aguarda. Analiza su trayectoria y cae en la cuenta de que ha envejecido y, debido a su ajetreada vida, no siente haber aprovechado lo suficiente el tiempo, siente que este avanza demasiado rápido y le ha arrebatado la salud y la juventud. Esta actitud pesimista se opone al optimismo propio del Renacimiento, optimismo debido a la época de grandeza que estaba viviendo España. Además, en el Renacimiento se desarrolla el antropocentrismo, mientras que en el Barroco se da más importancia a la muerte y otros temas de carácter espiritual. De este modo, los personajes empiezan a representarse de una forma más realista que para nada se asemeja al personaje idealizado típico del movimiento anterior.

     El autor logra transmitir al lector su angustia, tal vez no había sido una buena persona y por ello temía a la muerte o no había cumplido sus metas y ahora ya es tarde, pero esto solo son suposiciones. Lo que es evidente es que nos conduce a cuestionarnos nuestra propia existencia y a darnos cuenta de que conforme cumplimos años el tiempo parece que se consume con mayor velocidad.

     En definitiva, poema que refleja la situación social, política y económica de la España del S.XVII, una época de numerosa crisis que se manifiestan en la literatura  a través de la actitud pesimista de sus autores. Una visión negativa del mundo caótico y de la vida como sueño, pura apariencia, una desconfianza ante el hombre y una gran preocupación por el tiempo y la muerte, envuelven al hombre en una nube donde solo se respira pesimismo, negatividad y desesperación ante la fugacidad de la vida.


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