lunes, 25 de abril de 2016

COMENTARIO DE UN FRAGMENTO DE CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.



Comentario de Crónica de una muerte anunciada.
Dueña por primera vez de su destino, Ángela Vicario descubrió entonces que el odio y el amor son pasiones recíprocas. Cuantas más cartas mandaba, más encendía las brasas de su fiebre, pero más calentaba también el rencor feliz que sentía contra su madre. «Se me revolvían las tripas de sólo verla -me dijo-, pero no podía verla sin acordarme de él.» Su vida de casada devuelta seguía siendo tan simple como la de soltera, siempre bordando a máquina con sus amigas como antes hizo tulipanes de trapo y pájaros de papel, pero cuando su madre se acostaba permanecía en el cuarto escribiendo cartas sin porvenir hasta la madrugada. Se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío, y volvió a ser virgen sólo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión.

Organización de las ideas
            Fragmento de un texto narrativo perteneciente a la novela de García Márquez, Crónica de una muerte anunciada. Formalmente sólo consta de un párrafo, pero sus ideas se estructuran en dos partes: la primera que es una breve introducción en la que se presenta la nueva realidad del personaje, y una segunda en la que se detalla en qué consiste esa transformación anímica, por lo que las dos partes se interrelacionan entre sí en una perfecta coherencia. De forma más explícita:

Primera parte. Presentación. (líneas 1-2): Nueva situación vital de Ángela Vicario:
  • Toma de conciencia de su libertad interior.
  • Descubrimiento de la interrelación entre el amor y el odio.
Segundo parte. Explicación de lo presentado en la introducción. (líneas 2-10): Liberación del yugo materno a través del amor.
  • Progresivo incremento del amor a Bayardo y de odio a su madre.
  • Apariencia de normalidad en sus tareas de casada durante el día.
  • Liberación del dominio materno por medio de la secreta pasión amorosa a Bayardo.
  • Elección consciente de la servidumbre amorosa.

Resumen
            La adquisición de la libertad interior hace descubrir a Ángela un incremento progresivo del amor a Bayardo San Román frente a un mayor odio a su madre. No cambió por eso mucho su rutina de mujer entregada a las labores de costura, salvo en el hecho de que cuando su madre se acostaba le escribía apasionadas cartas a su marido por el que llegó a sentir un amor obsesivo y sin reservas.
Tema
Liberación interior de Ángela por medio del amor.

Comentario crítico del contenido
            Fragmento perteneciente a una secuencia de la novela Cónica de una muerte anunciada del escritor colombiano, Gabriel García Márquez. Este novelista es uno de los máximos exponentes del Realismo mágico de la nueva narrativa hispanoamericana y uno de los más traducidos y vendidos del boom. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. El tono que adopta es lírico, subjetivo, cargado de emotividad. El narrador es omnisciente pero deja más libertad al lector que los clásicos del XIX. Las funciones del lenguaje que destacan son la poética y la expresiva.
            El tema de este fragmento es especialmente significativo por varias razones. En primer lugar, porque el sufrimiento que ha tenido que soportar Ángela a lo largo de la obra le ha servido para crecer como persona, para enfrentarse por primera vez al hecho de que sólo ella puede ser la dueña de su destino, de su libertad interior, de su vida, aunque no lo logre del todo. En segundo lugar, porque muy pocas mujeres de la época y del lugar que vivieran unas circunstancias similares a las suyas, pertenecieran a la clase social a la que pertenecieran, tendrían el valor de empezar a decidir por sí mismas, sin la asfixiante guía del padre, del hermano, de la madre, o de la sociedad machista y atemorizada del momento. Pero también, porque su decisión implica una toma de conciencia de sus emociones, una aceptación de que su vida había sido tiranizada por las órdenes de su madre a quien no respeta aunque obedezca, por lo que descubre que es más importante la autoridad (en el sentido moral clásico: modelo, prestigio, ejemplo, garantía) que la imposición del poder sin más. Esta toma de conciencia supone, además, el duro reconocimiento de que odia a su madre, por ser ella la que ha matado su felicidad, por asentir con un sistema que sólo hacía esclavas a las mujeres y víctimas a los hombres, por no haberle mostrado ni una pizca de humanidad en todos esos años en los que la severidad de esas costumbres fueron su única compañera.
            A Ángela ya no le importa llevar una vida volcada en la rutina de unas tardes de costura compartida con unas amigas porque ya tiene un secreto, y eso la libera interiormente. Y lo que es más, llega un momento en que a ella le resulta indiferente que las cartas amorosas dirigidas a Bayardo surtan efecto, porque lo más importante ya lo ha logrado: reconocer y aceptar que está apasionadamente enamorada de él aunque este no le corresponda y hacer algo por primera vez en su vida porque quiere hacerlo, porque lo ha decidió sólo ella cuando su madre se acostaba permanecía en el cuarto escribiendo cartas sin porvenir hasta la madrugada. Si se analiza bien, este concepto del amor es muy similar al cortés, porque es platónico (para ella ya no hay un ser superior a Bayardo), no está ni siquiera contaminado por el contacto físico y porque la entrega al otro es absoluta aunque no sea correspondido; el hecho mismo de que pueda sufrir por su causa, dignifica aún más ese amor y a la persona que lo siente, no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión.

            Por otra parte, también se menciona otro tema que es muy trascendente en el desarrollo de la obra: el concepto del honor familiar materializado en la virginidad de la mujer. Ángela pierde su virginidad, y con ella desaparece la honra de su familia, su dignidad y todo lo que ella representa; es decir, Ángela desaparece socialmente, como si no hubiera existido. Sin embargo, aunque no hubiera perdido su virginidad, las mujeres no podían desarrollar una personalidad propia por entonces, eran la representación del paradigma de la sumisión, de la maternidad, del silencio, por lo que la virginidad era una gota de agua más en el océano de las restricciones y de las frustraciones de todo tipo. Sin embargo, García Márquez enriquece notablemente el tema porque añade una noción nueva del término: se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío, y volvió a ser virgen sólo para él. Es decir, la virginidad aquí no tiene el estrecho significado físico que todos reconocen, sino uno más grandioso y espiritual que tiene que ver con la pureza del espíritu de una persona, con su sinceridad y autenticidad, con su grandeza de alma que rompe todas las prisiones sociales que el mundo quiera imponerle. Ella decide ser pura por primera vez sólo para él, aunque él no le corresponda: amor romántico que también ha hecho mucho daño a la mujer por hacerle creer que con amor todo se logra, todo se transforma. La fuerza de Ángela no parte de ella realmente, sino de lo que siente por él, por lo que su liberación es muy restringida, no es auténtica sino un consuelo contra la soledad.

            En definitiva, magnífico ejemplo del arte literario de García Márquez que con pocas palabras ha sabido sugerir un antiguo mundo de opresión frente a uno nuevo donde la belleza interior de los sentimientos de una mujer sencilla la consuela de los sufrimientos.

lunes, 4 de abril de 2016

COMENTARIO DE UN POEMA DE ALBERTI.


LO QUE DEJÉ POR TI

                                               Dejé por ti mis bosques, mi perdida
                                               arboleda, mis perros desvelados,
                                               mis capitales años desterrados
                                               hasta casi el invierno de la vida.

                                               Dejé un temblor, dejé una sacudida,
                                               un resplandor de fuegos no apagados,
                                               dejé mi sombra en los desesperados
                                               ojos sangrantes de la despedida.

                                               Dejé palomas tristes junto a un río,
                                               caballos sobre el sol de las arenas,
                                               dejé de oler la mar, dejé de verte.

                                               Dejé por ti todo lo que era mío.
                                               Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
                                               tanto como dejé para tenerte.

                                                           Rafael ALBERTI, Roma, peligro para caminantes (1968)


Organización de las ideas

            Poema de Rafael Alberti, en concreto un soneto, publicado en el exilio. En su estructura externa se observa la composición estrófica típica del soneto: dos cuartetos y dos tercetos. En la interna, el contenido se divide en dos partes: por un lado, los dos cuartetos y el primer terceto (vs. 1-11), donde el poeta expresa la nostalgia y el dolor de todo lo abandonado en su país; y, por otro, el terceto final (vs. 12-14), que sirve de síntesis a lo expresado anteriormente e introduce una invocación a Roma. En dichas partes, las ideas se organizan del siguiente modo:
·         Primera parte (vv. 1-11): Repaso de lo que abandonó al partir:
o   Abandono de su trayectoria vital antes del exilio.
o   Recuerdo de la guerra y del dolor al marcharse.
o   Pérdida de la esperanza y de lo que más le unía a su país.
·         Segunda parte (vv. 12-14): Apóstrofe a Roma para que lo acoja.



Tema

            Petición de acogida a Roma para continuar su exilio.

Resumen

            Tras haber dejado atrás todo lo vivido en la patria, a causa de la guerra, y de haber tenido que marchar al exilio donde ha alcanzado ya su madurez, Alberti solicita asilo a Roma para que lo acoja en esta última etapa de su vida.

Comentario crítico

            Este soneto del poeta Rafael Alberti pertenece a su obra Roma, peligro para caminantes (1968), que recoge los poemas escritos desde la llegada del escritor de la generación del 27 a la ciudad eterna para continuar su exilio después de una primera etapa en Argentina. Este poema es, como muchos de los escritos desde que el poeta portuense hubo de exiliarse, claro ejemplo de la añoranza por todo lo perdido a causa la guerra y expresión esperanzada de que, tal como señalamos en el tema anteriormente, Roma lo acoja propicia. El tono es desalentado al principio y esperanzado al final. Utiliza un registro formal y las funciones del lenguaje que destacan son la expresiva y la poética.

            En primer lugar, tenemos que hacer referencia al escueto y a la vez completo recorrido que Rafael Alberti hace de su trayectoria vital: desde su infancia y juventud en El Puerto de Santa María (mi perdida arboleda), hasta los últimos años vividos en el exilio que han consumido su madurez (capitales años desterrados / hasta casi el invierno de la vida). Pero es la segunda estrofa la que de forma más clara nos sitúa ante la traumática experiencia personal  de la guerra y el exilio que, en aquel período histórico de nuestra reciente historia, el poeta gaditano compartió con tantos miles de compatriotas que debieron abandonar España con escasísimas -por no decir nulas- esperanzas de regresar a ella. Recordemos que sólo Jorge Guillén y él regresaron del exilio y que Cernuda, aunque también evocó su vida pasada en este país, no estaba interesado en volver, como lo expresó en su poema Peregrino: Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, /Sino seguir libre adelante. 
            Este poema nos permite, por tanto, enfocar su análisis desde una doble perspectiva: una particular, la del exilio español tras la guerra civil personificada en Alberti; y otra general, la del drama de los seres humanos que a lo largo de la historia han tenido que abandonar sus países de origen y afrontar tremendas calamidades y sinsabores. Actualmente, a causa de muchos conflictos en distintos lugares del mundo, millones de personas sufren el drama del exilio y, lo que es peor, el rechazo de instituciones y gobiernos que no atienden a los más elementales principios de humanidad y solidaridad, ni a los acuerdos internacionales vigentes. Alberti, como otros intelectuales y artistas de su generación, tras las primeras vicisitudes del destierro encontró acomodo en Hispanoamérica y allí siguió desarrollando su obra en mejores circunstancias que otros compatriotas anónimos que no gozaban de su reconocimiento artístico e intelectual. Eso sí, compartiendo con ellos la añoranza de la patria perdida y la frustración de no poder regresar algún día dadas las circunstancias políticas españolas; pues, si bien las penurias materiales del autor fueron menos, las emocionales se mantuvieron intactas durante sus treinta y siete años de destierro.

            No podemos tampoco dejar de comentar la referencia al mar (la mar) de la tercera estrofa, referente capital en la obra de Alberti desde sus inicios, transformada ahora en símbolo capital de la patria perdida y, por ello, no es extraño que después de insistir sobre todo lo que por el exilio el poeta ha perdido, sea precisamente el mar perdido (su olor, su color) el que cierre este inventario de abandonos.

            En conclusión, este poema escrito en los inicios del exilio romano de Alberti es claro ejemplo para ilustrar la temática de buena parte de la producción del portuense y de muchos de los poetas que abandonaron España tras la guerra civil: el recuerdo nostálgico de la patria, el trauma de la guerra y el exilio, y el sentimiento de pérdida vital del expatriado. Pero lo es también del drama atemporal de los refugiados que vagan por el mundo esperando ser acogidos como él cuando pidió asilo a Roma.


COMENTARIO DE UN POEMA DE QUEVEDO.


Represéntase la brevedad de lo que se vive
y cuán nada parece lo que se vivió.

¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
5  ¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
10 hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco de Quevedo.

Organización de las ideas:
            Texto lírico, en concreto un soneto de tema metafísico de Quevedo, que formalmente se divide en dos cuartetos y dos tercetos. En su estructura interna se perciben dos partes: una primera que incluye los dos cuartetos que manifiesta la perplejidad del ser humano ante el rápido paso del tiempo y la llegada de la vejez y la enfermedad (introducción con referencias más concretas), y una segunda en la que se hace una reflexión metafísica de la fugacidad del paso del tiempo de forma más abstracta. Las ideas que destacan en ambas partes son las siguientes:
Primera parte. Introducción al tema (versos 1-8): Reflexión sobre la fugacidad de la vida:
·        Rapidez del paso del tiempo.
·   Desaparición de la juventud y entrada de la vejez, de las enfermedades  y de los recuerdos.
Segunda parte. Desarrollo del motivo poético (versos 9-14): Análisis del paso del tiempo:
·        Angustia vital ante el inexorable paso del tiempo.
·        Identificación de la existencia humana con el paso del tiempo.

Resumen:
La voz poética se cuestiona la rapidez con que pasa el tiempo y la brevedad de la vida y eso lo lleva a creer que lo único que le queda es el pasado y un presente que desaparece tal como se vive y que lo acerca cada instante a la muerte.

Tema: Conciencia de la fugacidad y brevedad de la vida.

Comentario crítico del contenido.
            Soneto perteneciente al poeta barroco Francisco de Quevedo representante de la tendencia estética conocida como conceptismo. Este poema lírico es un ejemplo del uso de la subjetividad del artista que usa la primera persona para expresar de forma más dramática y connotativa el dolor y el estupor que le producen la rapidez con que su juventud se torna en vejez, así como la toma de conciencia de la muerte y de la enfermedad. Como su léxico y estructuras sintácticas no son muy complicados, podría ir dirigido a un público heterogéneo. Su intención es moralizante y su tono, filosófico. Las funciones del lenguaje que predominan son la expresiva, la referencial, la apelativa y la estética.
Aunque el tema de la brevedad y la fugacidad de la vida fue tratado por otros poetas anteriores a Quevedo desde la Antigüedad Clásica, llama la atención el patetismo  y sinceridad con que expresa el dolor que le produce sentir cómo se le han escapado los años sin darse cuenta. Si Jorge Manrique en su copla II ya advertía que “si juzgamos sabiamente,/ daremos lo non venido/ por pasado” expresando con desnudez la sensación trágica de la vida que pasa y que siempre va a cumplir, sin excepciones, su ley, no es, sin embargo, su visión tan devastadora. Decía Manrique que no era aconsejable aferrarse a lo material porque eso es perecedero, mortal, mejor dedicarse a la vida espiritual que es eterna, y en esa intención moral ya había un consuelo. Pero en el soneto de Quevedo no hay un resquicio de alivio, todo es negro pesimismo: un ser que se define como presentes sucesiones de difuntos y que a su vez camina hacia la verdad última: la muerte. En esta dialéctica entre la vida (el ser) y la muerte (el no ser o la nada), gana siempre esta última. El ser es vida y muerte al mismo tiempo, afirma Quevedo, pero también movimiento continuo. Como Heráclito, él también cree que lo único permanente es el movimiento, por eso en el instante en el que se pretende fijar el presente en un punto, se da cuenta de que vivir es despeñarse hacia la muerte. Este angustiado conceptismo supone un precedente del pensamiento existencial moderno. El hombre es consciente de su angustia existencial y lo único que puede hacer es vivir cada día sin ayuda.
            No puede olvidarse que tras el efímero optimismo del Renacimiento, con la crisis del último tercio del siglo XVI se implanta poco después el Barroco que conduce a una visión extremadamente negativa de los valores humanos: el hombre ahora es un ser despreciable, el mundo un lugar de engaños y apariencias, la vida un juego, y la muerte, una continua obsesión. Lo hiperbólico también forma parte del desmesurado pensamiento barroco: lo bello y lo caduco y horrible se describen con la misma fuerza. Por eso Quevedo expresa que no hay calamidad que no lo ronde, siendo incapaz de fijarse ni en el más leve aspecto positivo de su vida. La juventud se le ha escapado y, con ella, la certidumbre de que el futuro es algo con cierta consistencia, por eso ya no distingue entre presente, pasado o futuro; su experiencia le ha demostrado que el futuro es una falacia porque acaba convirtiéndose en un decepcionante presente que lo lleva al cansancio existencial. Pero lo más triste del pensamiento quevediano es que esa visión del tiempo le impide vivir el presente, siendo éste despojado de su calidad vital, convirtiéndose únicamente en angustia sin sentido. Y acrecienta aún más la visión negativa de la vida con el empleo del tópico pañales y mortaja para expresar lo cercanas que se encuentran la una de la otra. Por último, llama la atención que la pregunta del comienzo vaya dirigida a la vida en general y no aparezca ningún referente religioso que pudiera servir de consuelo existencial. Él está solo y su necesidad de respuestas sólo encuentra el vacío.
            En definitiva, este soneto es una magnífica muestra del conceptismo, pues las ideas se suceden y comprimen sin respiro para el lector. El ingenio, la capacidad verbal y la cosmología barroca están presentes en este poema.
           
COMENTARIO CRÍTICO DE ESTE MISMO POEMA REALIZADO POR LA ALUMNA DE 1º DE BACHILLERATO A, MARÍA RODRÍGUEZ CODEJÓN.

          Soneto incluido en el Parnaso español del autor barroco Francisco de Quevedo (1580). Es un poema de género lírico que sigue la tendencia del conceptismo caracterizada por la condensación de las ideas y los juegos de palabras. Esta corriente fue inaugurada por este autor y por Baltasar Gracián. Se utiliza un registro formal a través del cual el autor expresa en primera persona su inquietud por la brevedad de la vida y la muerte ya cercana. Las funciones del lenguaje que predominan son la expresiva, la referencial y la apelativa. Asimismo, se emplean numerosos recursos retóricos como polisemias, equívocos, ironías, antítesis, paradojas, en definitiva, recursos para expresar sus sentimientos más profundos.
     Pues bien, en este poema lo primero que nos llama la atención es la actitud pesimista y negativa del autor. Esto es debido a que el siglo XVII es una época de inquietud, inestabilidad y crisis del hombre así como de la sociedad española. Quevedo está obsesionado y teme a la muerte, es por ello que el tema principal del poema sea el tempus fugit, característico del Barroco. La vida es breve, pasajera, un tránsito inexorable hacia la muerte. Sería inútil no resignarse a morir, pues es algo inevitable. “En el hoy y mañana no ha llegado, junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto”. El autor recurre a esta metáfora para delimitar la vida como una breve estancia en la que diferenciar la infancia de la vejez se hace imposible. Otros autores, como Calderón de la Barca o Baltasar Gracián, identifican  la vida del hombre con la de las flores debido a su brevedad, o comparan el ciclo de la vida humana con las estaciones del año, desde la primavera, plena de juventud,  al invierno de la vejez donde reinan los achaques y la miseria. Quevedo plantea los problemas que más han inquietado al hombre: la tragedia de la vida y la muerte, así como la fugacidad del tiempo. Actualmente, considero que el tempus fugit es un tema que nos preocupa a todos. El ser humano siempre ha temido y sigue temiendo a lo desconocido, no saber lo que va a pasar desajusta nuestra programada y rutinaria vida, rechazamos lo desconocido por miedo. Podríamos compararlo con el racismo, el hombre teme ser superado y verse desbordado ante determinadas situaciones en las que prima el desconocimiento.

     La vida, según Quevedo, es “presentes sucesiones de difunto” y “vivir es caminar breve jornada”. El autor acepta, sumido en un profundo pesimismo, que la vida carece de ilusión ya que la muerte nos aguarda. Analiza su trayectoria y cae en la cuenta de que ha envejecido y, debido a su ajetreada vida, no siente haber aprovechado lo suficiente el tiempo, siente que este avanza demasiado rápido y le ha arrebatado la salud y la juventud. Esta actitud pesimista se opone al optimismo propio del Renacimiento, optimismo debido a la época de grandeza que estaba viviendo España. Además, en el Renacimiento se desarrolla el antropocentrismo, mientras que en el Barroco se da más importancia a la muerte y otros temas de carácter espiritual. De este modo, los personajes empiezan a representarse de una forma más realista que para nada se asemeja al personaje idealizado típico del movimiento anterior.

     El autor logra transmitir al lector su angustia, tal vez no había sido una buena persona y por ello temía a la muerte o no había cumplido sus metas y ahora ya es tarde, pero esto solo son suposiciones. Lo que es evidente es que nos conduce a cuestionarnos nuestra propia existencia y a darnos cuenta de que conforme cumplimos años el tiempo parece que se consume con mayor velocidad.

     En definitiva, poema que refleja la situación social, política y económica de la España del S.XVII, una época de numerosa crisis que se manifiestan en la literatura  a través de la actitud pesimista de sus autores. Una visión negativa del mundo caótico y de la vida como sueño, pura apariencia, una desconfianza ante el hombre y una gran preocupación por el tiempo y la muerte, envuelven al hombre en una nube donde solo se respira pesimismo, negatividad y desesperación ante la fugacidad de la vida.