Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que
estuve en poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conocer de
todo en todo la fortuna serme adversa. Allí se me representaron de nuevo mis
fatigas, y torne a llorar mis trabajos; allí se me vino a la memoria la
consideración que hacia cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que aunque aquel era desventurado y mísero, por
ventura toparía con otro peor: finalmente, allí lloré mi trabajosa vida pasada
y mi cercana muerte venidera. Y con todo, disimulando lo mejor que pude, le
dije:
-Señor, mozo soy, que no me fatigo mucho por
comer, bendito Dios. Deso me podré yo alabar entre todos mis iguales por de
mejor garganta, y ansí fui yo loado della fasta hoy día de los amos que yo he tenido.
-Virtud es esa -dijo él- y por eso te querré yo
mas: porque el hartar es de los puercos y el comer regladamente es de los
hombres de bien."
"¡Bien te he entendido! -dije yo entre mí-.
¡Maldita tanta medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan en
la hambre!"
Púseme a
un cabo del portal y saque unos pedazos de pan del seno, que me habían quedado
de los de por Dios. Él, que vio esto, díjome:
"-Ven acá, mozo. ¿Qué comes?"
Yo lleguéme a él y mostréle el pan. Tomóme el un
pedazo, de tres que eran: el mejor y más grande. Y díjome:
-Por mi
vida, que parece este buen pan.
-¿Y cómo, agora -dije yo-, señor, es bueno?
-Sí, a fe -dijo él-. ¿Adónde lo hubiste? ¿Si es
amasado de manos limpias?
-No sé yo eso -le dije-; mas a mí no me pone asco
el sabor dello.
- Asi plega a Dios" -dijo el pobre de mi
amo.
Y
llevándolo a la boca, comenzó a dar en él tan fieros bocados como yo en lo
otro.
- Sabrosísimo pan está -dijo-, por Dios.
Y como le sentí de qué pie coxqueaba, dime
priesa, porque le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría a
ayudarme a lo que me quedase; y con esto acabamos casi a una. Y mi amo comenzó
a sacudir con las manos unas pocas migajas, y bien
menudas, que en los pechos se le habían quedado, y entro en una camareta que
alli estaba, y saco un jarro desbocado y no muy nuevo, y desque hubo bebido
convidóme con él.
El
Lazarillo de Tormes. Tratado III.
Organización
de las ideas.
Fragmento de un texto narrativo, concretamente de
la novela El Lazarillo de Tormes, que
también incluye el diálogo como forma de elocución. Formalmente se divide en
párrafos de desigual extensión entre los que se intercala un diálogo. La
estructura interna es la propia de este tipo de textos aunque no comienza por
el planteamiento puesto que los personajes han sido presentados con
anterioridad. Puede dividirse en tres partes: la primera en la que el autor
presenta la situación. La segunda que se centra en el diálogo que mantienen los
dos, puesto que es ahí donde se plantea el conflicto; y, para finalizar, la
tercera que constituye el cierre de este episodio. De forma más explícita:
Primera
parte. Introducción de la situación (líneas 1-7): Certeza de Lázaro del
hambre extrema que pasará con su nuevo amo:
·
Recuerdo del hambre que pasó con sus dos
anteriores amos.
Segunda
parte. Diálogo que demuestra lo expuesto anteriormente (líneas 8-26): Desajuste
entre la apariencia y la realidad del escudero:
·
Identificación del amo entre hombre de bien
y control en el comer.
·
Perspicacia de Lázaro al descubrir la pobreza
del escudero.
·
Hipocresía del escudero que no sabe cómo
justificar su hambre.
·
Aceptación de la realidad al devorar el trozo de
pan.
Tercera
parte. Cierre de la escena narrada (líneas 27-32): Descubrimiento
definitivo de la personalidad del escudero.
·
Temor de Lázaro a que lo deje sin comida.
·
Caballerosidad del escudero.
Resumen
Lázaro cuenta que le quedaba
mucho por sufrir pues, aunque lo pasó mal con el clérigo, con éste nuevo no
calmaría su hambre porque, además de ser un hipócrita que justificaba la buena
cuna con el parco comer, no tuvo reparos en tomarse un buen trozo de pan que él
había conseguido esgrimiendo razones mal disimuladas, por lo que Lázaro,
temeroso de que lo dejara sin comida, se dio prisa en acabar.
Tema
Hipocresía y parasitismo de la
baja nobleza española de la época.
Comentario
crítico del contenido
Fragmento de la novela picaresca
El Lazarillo de Tormes, publicada en
1554, perteneciente a la narrativa realista de la época. Esta obra inauguró el
género picaresco. Según últimas investigaciones, su autor sería Diego Hurtado
de Mendoza, escritor que sobresalió en el género satírico, aunque para la
mayoría sigue siendo una obra anónima. El narrador es protagonista que cuenta
su caso en primera persona, pues se trata de una novela autobiográfica. Adopta
una perspectiva irónica que favorece el humor y la crítica. En este fragmento
se mezclan los registros formal e informal. Las funciones del lenguaje que
sobresalen son la referencial, la apelativa y la expresiva.
Lo
que más llama la atención de este fragmento es la consciente y maliciosa
ironización del mito del honor. El escudero se considera un hombre de bien y
como tal actúa: tiene un criado, habla con buenas razones y no se digna a
trabajar con sus manos ni siquiera para llevar algo de alimento a su casa. Eso
era lo que se esperaba de la nobleza de la época: el aristócrata que tenía
dinero y posesiones vivía bien, el que sólo disfrutaba de un apellido y de
ningún otro legado, vivía de las apariencias. Así, es consecuente cuando le
dice a Lázaro: (...) el hartar es de los
puercos y el comer regladamente es de los hombres de bien." La crítica
que se hace a la injusta desigualdad de la sociedad estamental es un reflejo
del racionalismo del Renacimiento que no se conformaba con aceptar el legado
histórico recibido sino que aplicaba su visión crítica a todo lo que observaba.
Por
eso Lázaro, en su corta experiencia de la vida, ha aprendido pronto y se ha
dado cuenta de que esas razones sólo son excusas para no reconocer que es más
pobre que él y que vive prisionero de su pobre status. Su honor se reduce al
empleo de esas fórmulas lingüísticas rituales, tan superficiales y pobres como
él. En la España de la época era frecuente este tipo de hidalgo venido a menos
que iba manteniéndose con las invitaciones de algunos parientes o con la
generosidad de criados como Lázaro. La desmitificación de los valores
heredados, de la hidalguía, alcanza aquí su máxima expresión, pues el criado
piensa y, con razón, ¡Maldita tanta
medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan en la
hambre!". Además, cuando se percata de que coge el trozo de pan más
grande y el escudero le dice que es bueno, con un alarde de sinceridad propio
de sus años, le contesta: -¿Y cómo, agora
-dije yo-, señor, es bueno? Es decir, Lázaro va desmontando poco a poco su
hipocresía, su mezquino culto a las apariencias que le impiden no sólo
mantenerse a él sino la tranquilidad del criado que ahora tiene que alimentar a
su amo con lo poco que consiga. Su hipocresía es tan infantil que hasta un niño
se percata de sus verdaderas intenciones. Al preguntarle si ha sido amasado el
pan con manos limpias, pone una vez más en evidencia el contraste entre la
verdad, la aceptación de la realidad de Lázaro, y la falsedad en la que él
vive. En esta actitud también se observa una crítica al parasitismo social que
contrasta con el entusiasmo de los erasmistas hacia el trabajo asiduo y
realizado con las manos. Éstos últimos incluso pensaron en un sueño utópico: la
creación de una república cristiana en la que todos ocuparan un oficio honesto.
Pero
cuando empieza a comerse el pan, ya no puede aparentar y así, en tono de burla,
dice Lázaro: comenzó a dar en él tan
fieros bocados como yo en lo otro. Y sube un grado más en la óptica
degradante que ofrece de su señor cuando le aplica una expresión muy popular al
descubrirle sus intenciones, como si le hubiera perdido el respeto al
confirmarse que es el señor quien depende de su criado y no al revés: Y como le sentí de qué pie coxqueaba, dime
priesa, porque le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría a
ayudarme a lo que me quedase. La agudeza observadora del niño se aprecia en
los más pequeños detalles, como cuando dice que el escudero sacó un jarro desbocado y no muy nuevo dato
con el que el autor vuelve a burlarse y a criticar a esa clase social que no
servía absolutamente para nada. La perspicacia de Lázaro pone de manifiesto el
individualismo de la época pues, aunque pequeño, sabe que sólo se tiene a él
para defenderse y abrirse camino en un mundo cruel.
Por
otra parte, aunque se nombra a Dios en varias ocasiones, se aprecia una
separación entre la vida religiosa y la profana, es decir, ya ha calado la
secularización de la existencia porque el hombre ha sabido sacarle partido a
los placeres de la vida y no quiere volver atrás. Su vitalismo e individualismo
ya no dependen del estamento al que pertenezcan, sino de sus deseos de vivir.
En
definitiva, texto interesantísimo en el que se pone de relieve la crítica
social de este tipo de novelas, así como la riqueza psicológica de los
personajes que en ella aparecen y el
profundo conocimiento de los diferentes registros lingüísticos según el decoro
de los personajes.