lunes, 7 de marzo de 2016

COMENTARIO DE UN FRAGMENTO DE EL LAZARILLO DE TORMES. 1º DE BACHILLERATO.



Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conocer de todo en todo la fortuna serme adversa. Allí se me representaron de nuevo mis fatigas, y torne a llorar mis trabajos; allí se me vino a la memoria la consideración que hacia cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que aunque aquel era desventurado y mísero, por ventura toparía con otro peor: finalmente, allí lloré mi trabajosa vida pasada y mi cercana muerte venidera. Y con todo, disimulando lo mejor que pude, le dije:
-Señor, mozo soy, que no me fatigo mucho por comer, bendito Dios. Deso me podré yo alabar entre todos mis iguales por de mejor garganta, y ansí fui yo loado della fasta hoy día de los amos que yo he tenido.
-Virtud es esa -dijo él- y por eso te querré yo mas: porque el hartar es de los puercos y el comer regladamente es de los hombres de bien."
"¡Bien te he entendido! -dije yo entre mí-. ¡Maldita tanta medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan en la hambre!"
Púseme a un cabo del portal y saque unos pedazos de pan del seno, que me habían quedado de los de por Dios. Él, que vio esto, díjome:
"-Ven acá, mozo. ¿Qué comes?"
Yo lleguéme a él y mostréle el pan. Tomóme el un pedazo, de tres que eran: el mejor y más grande. Y díjome:
-Por mi vida, que parece este buen pan.
-¿Y cómo, agora -dije yo-, señor, es bueno?
-Sí, a fe -dijo él-. ¿Adónde lo hubiste? ¿Si es amasado de manos limpias?
-No sé yo eso -le dije-; mas a mí no me pone asco el sabor dello.
- Asi plega a Dios" -dijo el pobre de mi amo.
Y llevándolo a la boca, comenzó a dar en él tan fieros bocados como yo en lo otro.
- Sabrosísimo pan está -dijo-, por Dios.
Y como le sentí de qué pie coxqueaba, dime priesa, porque le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría a ayudarme a lo que me quedase; y con esto acabamos casi a una. Y mi amo comenzó a sacudir con las manos unas pocas migajas, y bien menudas, que en los pechos se le habían quedado, y entro en una camareta que alli estaba, y saco un jarro desbocado y no muy nuevo, y desque hubo bebido convidóme con él.
El Lazarillo de Tormes. Tratado III.

Organización de las ideas.
Fragmento de un texto narrativo, concretamente de la novela El Lazarillo de Tormes, que también incluye el diálogo como forma de elocución. Formalmente se divide en párrafos de desigual extensión entre los que se intercala un diálogo. La estructura interna es la propia de este tipo de textos aunque no comienza por el planteamiento puesto que los personajes han sido presentados con anterioridad. Puede dividirse en tres partes: la primera en la que el autor presenta la situación. La segunda que se centra en el diálogo que mantienen los dos, puesto que es ahí donde se plantea el conflicto; y, para finalizar, la tercera que constituye el cierre de este episodio. De forma más explícita:
Primera parte. Introducción de la situación (líneas 1-7): Certeza de Lázaro del hambre extrema que pasará con su nuevo amo:
·         Recuerdo del hambre que pasó con sus dos anteriores amos.
Segunda parte. Diálogo que demuestra lo expuesto anteriormente (líneas 8-26): Desajuste entre la apariencia y la realidad del escudero:
·         Identificación del amo entre hombre de bien y  control en el comer.
·         Perspicacia de Lázaro al descubrir la pobreza del escudero.
·         Hipocresía del escudero que no sabe cómo justificar su hambre.
·         Aceptación de la realidad al devorar el trozo de pan.
Tercera parte. Cierre de la escena narrada (líneas 27-32): Descubrimiento definitivo de la personalidad del escudero.
·         Temor de Lázaro a que lo deje sin comida.
·         Caballerosidad del escudero.
Resumen
            Lázaro cuenta que le quedaba mucho por sufrir pues, aunque lo pasó mal con el clérigo, con éste nuevo no calmaría su hambre porque, además de ser un hipócrita que justificaba la buena cuna con el parco comer, no tuvo reparos en tomarse un buen trozo de pan que él había conseguido esgrimiendo razones mal disimuladas, por lo que Lázaro, temeroso de que lo dejara sin comida, se dio prisa en acabar.
Tema
            Hipocresía y parasitismo de la baja nobleza española de la época.
Comentario crítico del contenido
            Fragmento de la novela picaresca El Lazarillo de Tormes, publicada en 1554, perteneciente a la narrativa realista de la época. Esta obra inauguró el género picaresco. Según últimas investigaciones, su autor sería Diego Hurtado de Mendoza, escritor que sobresalió en el género satírico, aunque para la mayoría sigue siendo una obra anónima. El narrador es protagonista que cuenta su caso en primera persona, pues se trata de una novela autobiográfica. Adopta una perspectiva irónica que favorece el humor y la crítica. En este fragmento se mezclan los registros formal e informal. Las funciones del lenguaje que sobresalen son la referencial, la apelativa y la expresiva.
            Lo que más llama la atención de este fragmento es la consciente y maliciosa ironización del mito del honor. El escudero se considera un hombre de bien y como tal actúa: tiene un criado, habla con buenas razones y no se digna a trabajar con sus manos ni siquiera para llevar algo de alimento a su casa. Eso era lo que se esperaba de la nobleza de la época: el aristócrata que tenía dinero y posesiones vivía bien, el que sólo disfrutaba de un apellido y de ningún otro legado, vivía de las apariencias. Así, es consecuente cuando le dice a Lázaro: (...) el hartar es de los puercos y el comer regladamente es de los hombres de bien." La crítica que se hace a la injusta desigualdad de la sociedad estamental es un reflejo del racionalismo del Renacimiento que no se conformaba con aceptar el legado histórico recibido sino que aplicaba su visión crítica a todo lo que observaba.
            Por eso Lázaro, en su corta experiencia de la vida, ha aprendido pronto y se ha dado cuenta de que esas razones sólo son excusas para no reconocer que es más pobre que él y que vive prisionero de su pobre status. Su honor se reduce al empleo de esas fórmulas lingüísticas rituales, tan superficiales y pobres como él. En la España de la época era frecuente este tipo de hidalgo venido a menos que iba manteniéndose con las invitaciones de algunos parientes o con la generosidad de criados como Lázaro. La desmitificación de los valores heredados, de la hidalguía, alcanza aquí su máxima expresión, pues el criado piensa y, con razón, ¡Maldita tanta medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan en la hambre!". Además, cuando se percata de que coge el trozo de pan más grande y el escudero le dice que es bueno, con un alarde de sinceridad propio de sus años, le contesta: -¿Y cómo, agora -dije yo-, señor, es bueno? Es decir, Lázaro va desmontando poco a poco su hipocresía, su mezquino culto a las apariencias que le impiden no sólo mantenerse a él sino la tranquilidad del criado que ahora tiene que alimentar a su amo con lo poco que consiga. Su hipocresía es tan infantil que hasta un niño se percata de sus verdaderas intenciones. Al preguntarle si ha sido amasado el pan con manos limpias, pone una vez más en evidencia el contraste entre la verdad, la aceptación de la realidad de Lázaro, y la falsedad en la que él vive. En esta actitud también se observa una crítica al parasitismo social que contrasta con el entusiasmo de los erasmistas hacia el trabajo asiduo y realizado con las manos. Éstos últimos incluso pensaron en un sueño utópico: la creación de una república cristiana en la que todos ocuparan un oficio honesto.
            Pero cuando empieza a comerse el pan, ya no puede aparentar y así, en tono de burla, dice Lázaro: comenzó a dar en él tan fieros bocados como yo en lo otro. Y sube un grado más en la óptica degradante que ofrece de su señor cuando le aplica una expresión muy popular al descubrirle sus intenciones, como si le hubiera perdido el respeto al confirmarse que es el señor quien depende de su criado y no al revés: Y como le sentí de qué pie coxqueaba, dime priesa, porque le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría a ayudarme a lo que me quedase. La agudeza observadora del niño se aprecia en los más pequeños detalles, como cuando dice que el escudero sacó un jarro desbocado y no muy nuevo dato con el que el autor vuelve a burlarse y a criticar a esa clase social que no servía absolutamente para nada. La perspicacia de Lázaro pone de manifiesto el individualismo de la época pues, aunque pequeño, sabe que sólo se tiene a él para defenderse y abrirse camino en un mundo cruel.
            Por otra parte, aunque se nombra a Dios en varias ocasiones, se aprecia una separación entre la vida religiosa y la profana, es decir, ya ha calado la secularización de la existencia porque el hombre ha sabido sacarle partido a los placeres de la vida y no quiere volver atrás. Su vitalismo e individualismo ya no dependen del estamento al que pertenezcan, sino de sus deseos de vivir.
            En definitiva, texto interesantísimo en el que se pone de relieve la crítica social de este tipo de novelas, así como la riqueza psicológica de los personajes que en ella aparecen  y el profundo conocimiento de los diferentes registros lingüísticos según el decoro de los personajes.